Las listas negras (blacklist) son el peor destino para un remitente de correo electrónico. Ahí van a parar quienes envían spam, pero es un mito que solo sea para ellos: se puede caer sin hacer envíos no deseados. Previamente, se puede ser sospecho y estar en una lista gris, pero está claro que lo mejor que nos puede pasar es que nuestra IP esté en una lista blanca para que los gestores de correo no nos bloqueen el acceso a la bandeja de entada de nuestros suscriptores.
Quién entra en una lista negra
Se llaman así las listas de dominios o direcciones IP que envían mensajes considerados como spam. Hay diferentes blacklists, como Spamhaus o Barracuda, y los filtros de los proveedores las consultan, además de las suyas propias, para valorar si el remitente es confiable o no y así decidir si dejarlo pasar o no.
Entrar en este tipo de bases de datos es peligroso porque los mensajes verán reducida su entregabilidad y se bloquearán o irán a la carpeta de correo no deseado. En el primer caso, no llegarán nunca al destinatario, con la consecuente frustración del usuario si lo está esperando; mientras que en el segundo puede perder la confianza en el remitente y decidir no abrir nunca más sus comunicaciones.
El spam tiene muy mala fama porque a menudo implica un mensaje fraudulento que hasta puede ser peligroso para la seguridad de los destinatarios. Por eso suele creerse que caer en una lista negra es difícil para quienes hacen envíos “normales”, como campañas promocionales o informativas que no están pensadas para engañar a nadie. No obstante, es un mito porque también se puede entrar en una blacklist por accidente, incluso sin tener la culpa.
Cuándo se entra sin querer en una lista negra
Hay varios motivos por los que nuestra IP puede estar en una lista negra. Algunos dependen de cómo gestionamos los contactos y otros del tipo de contenido que enviamos, pero también los hay que no dependen directamente de nosotros.
- Alguien hackea tu cuenta: quizá es el peor de los escenarios porque seguramente afecte a otros servicios de tu empresa. Según el alcance, puede ser una acción denunciable frente a las autoridades.
- Compartes IP con un spammer: esta situación es bastante injusta porque tú no habrás hecho nada malo, pero igualmente tus mensajes se considerarán spam porque usáis la misma IP.
- Compras listas: puede ser un atajo para conseguir más suscriptores, pero la mayoría no habrá dado su consentimiento, por lo que el resultado suele ser negativo y tener consecuencias a medio plazo.
- Caes en spam traps: relacionado con las bases de datos de origen dudoso, puedes encontrar dentro alguna dirección que se utiliza para comprobar que el remitente tiene permiso para hacer envíos.
- Obtienes muchas quejas: si demasiados usuarios te marcan como spam, puedes acabar en la carpeta de correo no deseado y finalmente en listas negras.
- Envías como un spammer: creerán que lo eres si imitas su comportamiento con un volumen muy alto de mensajes por hora, usando una única imagen, acortando los enlaces o redactando con palabras engañosas.
Los accidentes ocurren en el email marketing, pero algunas buenas prácticas pueden alejarnos de las blacklists.
Qué hacer para no entrar en una lista negra
La reputación del remitente es un factor determinante para una buena entregabilidad, aunque también hay otros en los que fijarse para que ni los proveedores de internet, ni los gestores de correo, ni los propios usuarios nos consideren spam sin que lo seamos.
- Cumplir con el RGPD: no comprar listas, solicitar siempre el consentimiento de los usuarios e incluir la opción de darse de baja en cada mensaje es obligado. Si, además, les preguntamos durante el proceso de alta por sus intereses, nos aseguramos de enviar mensajes de valor y habrá menos posibilidades de que nos marquen como spam.
- Limpiar la lista: hacer mantenimiento, más allá de las bajas que se eliminan automáticamente, sirve para mantener alto el porcentaje de interacciones y librarte de los suscriptores inactivos.
- Pedir que nos añadan como contacto: usar una cuenta real, y no un noreply@, es una forma muy sencilla de verificar que somos destinatarios de confianza. Puede ser en el pie de cada envío o en el mensaje automático de bienvenida.
- Cuidar la maquetación: hacer email marketing no es enviar una página web por correo electrónico. Conviene evitar códigos que pueden ser maliciosos, enlaces a direcciones que den error o sean potencialmente fraudulentas y nunca añadir adjuntos.
- Evitar ciertas palabras: tanto en el asunto como dentro del mensaje, “gratis” no es una buena opción. Tampoco los errores típicos de una traducción automática ni excederse con las mayúsculas o los signos de puntuación, sobre todo los de exclamación. El editor de Acrelia tiene un test automático para evitar este problema.
- Tener una IP dedicada: es una opción a valorar y, aunque no es la solución a todos los problemas, puede ser de ayuda si haces muchos envíos porque así podrías controlar mejor tu reputación como remitente.
Aún cumpliendo con todas estas recomendaciones, existe alguna posibilidad de caer en una blacklist. La buena noticia es que se puede salir de ellas.
Cómo salir de una lista negra
Si tienes la sospecha de que tu entregabilidad es muy baja, puedes comprobar si tu IP o dominio están en una lista negra. Desde páginas como MultiRBL puedes revisar varios proveedores de blacklists y conocer sus propios procedimientos para solicitar que te eliminen de su base de datos. También puedes intentar dirigirte a los diferentes proveedores de correo electrónico para hacer la petición, por ejemplo Gmail tiene un formulario para ello, aunque no siempre es fácil obtener respuesta rápida.
Recuerda que existe la posibilidad de que estés en una lista gris y, si solucionas los problemas por los que te consideran spam, puedes salir de ella sin solicitarlo y no dar el paso a una negra.